Después del sismo que sacudió al Centro Histórico de Quito y en particular al templo de la Iglesia de La Compañía de Jesús en marzo de 1987, se emprendieron acciones inmediatas para reforzar, conservar y restaurar esta infraestructura con la ayuda de organismos nacionales e internacionales. Pocos años después, en 1993, nace la Fundación Iglesia de La Compañía, FICJ, como respuesta institucional técnica de la Compañía de Jesús para acompañar y participar activamente en el proceso iniciado ya, de intervención de restauración integral en el templo barroco. Concluido este proceso hacia el 2005, toma cuerpo la importancia del mantenimiento y conservación preventiva como actividades necesarias que mitiguen deterioros futuros generados por el paso del tiempo. De la mano y transcurridos 28 años de trabajo constante, podemos afirmar que el patrimonio tangible e intangible se ve conservado y aún mejor compartido con los ya millones de visitantes que han recorrido los ambientes llenos de historia, arte, religiosidad y presencia humana que conserva viva la iglesia jesuita.
El afán de difundir este legado cultural que como quiteños guardamos, recae en el personal que cuenta con los conocimientos arquitectónicos y de conservación suficientes para entender el valor del templo, principio que constituye la razón de ser de la FICJ.
La actividad turística debía ser aprovechada en una ciudad y zona declarada Patrimonio Cultural de La Humanidad (1978), denotando que un templo barroco recién restaurado bien valía ser expuesto como atractivo de la capital para que, desde allí se contara a todas las generaciones que la vida republicana que hoy conocemos nació en esos muros, así como algunos acontecimientos de fe que también formaron y forman parte del sentir quiteño.
Hasta antes de iniciada la pandemia por el COVID – 19, un grupo de 24 colaboradores directos y 6 indirectos formaron parte de un equipo multidisciplinario de trabajo en esta institución, colectivo que, desde sus frentes de participación, continuaron honrando lo que siglos atrás, cientos de manos indígenas y mestizas modelaron para el culto católico y que llegaría a ser la obra barroca más importante de América Latina. Es por esta razón que, hoy por hoy, este templo forma parte de los atractivos de la capital, donde acuden cientos de turistas nacionales y extranjeros solos o acompañados de guías para maravillarse del dorado de los retablos así como de su rica ornamentación.
Desde los inicios de la atención turística, la Iglesia de La Compañía de Jesús se ha sostenido anualmente con el ingreso económico que los turistas locales, nacionales y extranjeros han dispuesto para su ingreso, generando de esta manera que el recurso “dinero” sea distribuido y reinvertido en la conservación de casi toda una manzana antes llamada jesuita, y por consiguiente de la Iglesia de La Compañía. Esta labor no ha sido nada sencilla, pues la disyuntiva entre ser una nación inmensamente rica, culturalmente hablando, y el ínfimo aporte que la cultura recibe en este país ha provocado que la sostenibilidad de muchos espacios dependa de la autogestión que cada uno realiza, así como del aporte de sus visitantes.
La hermosura de la Iglesia Jesuita puede ser disfrutada hasta el día de hoy, debido al trabajo hormiga de limpieza, prevención, conservación, gestión administrativa y operativa que día tras día se da, gracias al trabajo incansable de todos los colaboradores de la FICJ, que ahora en número de 16, han multiplicado sus esfuerzos por retomar la normalidad que vivimos hasta febrero 2020 y que ahora, 2 años después, algo se intenta parecer.
La reapertura del templo para atenciones turísticas en septiembre 2020 y la entrada a cuenta gotas de visitantes, generó en nosotros una esperanza de pronta reactivación, sin embargo, la significativa cantidad de turistas que desde el segundo quimestre del pasado año y que hasta hoy la seguimos teniendo tanto que, en ciertos momentos se vuelve abrumadora, llena nuestros corazones de alegría al saber que podremos seguir trabajando en pro de cuidar esta joya arquitectónica y a su vez, por medio de nuestros guías practicantes, seguiremos contando la historia desde una escultura, una pintura, un muro o una cúpula.
Pero nuestra labor no queda allí y porque entendemos que la cultura debe ser compartida con todos y debe llegar a todos, nuestro compromiso con la sociedad continúa en pie, a pesar de las difíciles condiciones económicas que nos dejó la pandemia, como FICJ, seguimos otorgando visitas gratuitas a grupos vulnerables de la sociedad, así como a escuelas y colegios de escasos recursos y a otras tantas personas que realizan una gestión protocolaria en nuestro país. Otra manera de compartir cultura es a través de los conciertos que se celebran en la Iglesia y que son gratuitos para todo público. Este es nuestro agradecimiento para con la sociedad, mismo que no sería posible si no contáramos con el aporte de cada uno de ustedes que acude a visitar la Iglesia de La Compañía, sus cúpulas y criptas en horarios regulares y nocturnos, solos o acompañados, en familia, con amigos o en pareja y que incluso, han hecho que sus eventos corporativos sean honrados en estos muros.
Es responsabilidad de todos y a todo nivel preservar todo tipo de expresión cultural, porque esto es lo que nos identifica como ecuatorianos, porque es allí donde se esconde nuestra esencia y mucho más cuando habitamos en un espacio colmado de riqueza histórica que necesita del apoyo del Gobierno central, GADS, empresa privada y por su puesto del aporte que cada persona nacional o extranjera pueda dejar.
Tú eres pieza fundamental para que nuestra labor continúe y se prolongue la preservación de este espacio patrimonial como hoy lo ves, para difundir una parte de la historia del Quito Colonial a través de una charla amena con nuestros guías. Tu visita en nuestro espacio tiene el poder de sostenernos en el tiempo como hasta hoy lo hemos hecho.
¡Te esperamos!