Autora:
Deisy Pachacama, Mediadora Educativa
Museo Interactivo de Ciencia
Fundación Museos de la Ciudad
Al iniciar el 2020, mientras planificábamos actividades novedosas para nuestros públicos, una grave enfermedad, hasta entonces desconocida para la humanidad, nos sorprendió a todos. De repente, y sin previo aviso, una pandemia, que no se había vivido desde hace varias décadas, se tomó el mundo entero: el COVID 19. Varios científicos lo venían anticipando, muchos incrédulos lo pasaron por alto, y paralizó nuestras agendas, actividades y planificaciones, volviendo efímero lo que todos teníamos por cierto y seguro.
Inmediatamente saltaron varias dudas: ¿Dónde queda nuestro trabajo?, ¿qué acontece con nuestra planificación?, ¿qué hacer con las personas que estaban por visitarnos?, cientos de preguntas y una carrera contra reloj para responderlas. Cientos de cabezas pensábamos en ideas innovadoras para alcanzar lo que hasta ese entonces era impensable: un museo desde casa, que nos permita llegar a nuestros públicos y brindarles una parte de nosotros mientras estábamos confinados.
Es así como museólogos, museógrafos, mediadores, comunicadores, diseñadores y asistentes del MIC empezamos un proceso de “desconstrucción” orientado en alcanzar a niñas, niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, que tradicionalmente le daban vida al museo mientras recorrían sus salas, pasillos y espacios verdes, y que ahora demandaban de nuestra parte, una oferta educativa y cultural, que sin poner en riesgo su salud y bienestar, contribuyera a satisfacer esa curiosidad científica, tan propia del ser humano, y que ni siquiera la pandemia pudo frenar; y muy por el contrario, evidenció como pocas veces antes, la necesidad que la sociedad tiene de la investigación científica para superar los problemas que la aquejan.
Esta nueva etapa de redescubrimiento nos sitió frente a la tecnología, misma que nos sumergió en mundos hasta hace poco desconocidos, y que ahora nos abría una puerta para llegar a miles de personas, que, paradójicamente, no nos conocían. Sin lugar a dudas, era un mundo por descubrir: nuevas herramientas por aprender y nuevos públicos para cautivar. Esta tecnología nos dio un soplo de esperanza, la virtualidad permitió sonreírle a un celular, saludar a una computadora y, de la mano de nuestros mediadores, explorar el fascinante mundo de la ciencia. De esta manera, el Museo Interactivo de Ciencia había abierto una sucursal en cada una de las casas que nos abrió la puerta para llegar hasta ellos.
Por otra parte, este caminar hacia la virtualidad nos sacó de nuestra zona de confort y nos despertó de un largo letargo, en donde la comodidad de nuestras exposiciones, interactivos, y guiones pre establecidos, daba vida a nuestro quehacer museístico. La realidad inminente, nos empujó a la investigación y el aprendizaje constante, en busca de nuevas herramientas que nos permitan ejercer nuestra labor, en condiciones nada ideales: sin presupuestos, sin materiales, sin salas de exposición, pero con mucho cariño por nuestro museo y por los públicos, cada días más contentos y asiduos de nuestra oferta virtual.
Nuestra vida cambia constantemente según el comportamiento del virus y a diario nos obliga a repensarnos y a modificar nuestro accionar. La “nueva normalidad” nos desafía a diario para encontrar nuevas formas de interacción con nuestros amigos. De esta manera, hemos visto cómo cientos de niñas y niños, en compañía de sus padres, han dicho ¡Ajá!, al realizar divertidos, pero educativos, experimentos; hemos sido testigos de fascinantes procesos de aprendizaje e interacción virtual a través de las charlas y conversatorios del proyecto “Ni sabes… la ciencia se puso divertida”; y hemos comprobado cómo la ciudadanía emprende procesos de recuperación y puesta en valor de la fauna urbana, a través de las actividades y retos que conforman el proyecto “Bichoteca Urbana”.
Las historias de museos son miles, pero este pequeño relato es una prueba de resiliencia de todos quienes hacemos el Museo Interactivo de Ciencia y que, junto a nuestros queridos públicos, hemos resistido más de un año de pandemia. Y es precisamente esa resiliencia la que queremos expresarles, compartirles y contagiarles, para que nos sigan acompañando en este camino. Nunca lo olviden: existimos por y para nuestros públicos, o como yo los llamo, para nuestros amigos y amigas. ¿Por qué los llamo así? Porque con cada uno de sus “likes”, “comentarios” y “compartidos” nos han demostrado el grado de confianza y familiaridad que han depositado para con nuestra labor y nuestro museo, convirtiéndose en fieles seguidores de nuestras actividades educativas y culturales, permitiéndonos llevarles un pedacito del MIC a través de nuestras redes sociales. ¡Gracias por ser parte de este proceso!