[vc_row][vc_column][vc_column_text]Fuente: Casa Cultural Trude Sojka

¿Recuerdan la historia del Ave Fénix que, tras sacrificarse por el fuego, renace de sus cenizas?

Trude Sojka, Ave Fénix, 1981, acrílico y cemento sobre metal, diámetro 56 cm.

Un Ave Fénix ecuatoriana llamada Casa Cultural Trude Sojka, nacía hace poco más de una década, por el año 2009. Desplegaba sus alas, llena de energía y ansias de crear. Desde un principio, fue sumamente activa. Inició exponiendo la obra de la artista checo-ecuatoriana Trude Sojka y otros artistas, y organizando muchos eventos diversos y variados. Prácticamente todo aquel que llegaba con una propuesta, obtenía su espacio para realizarla… Y pasaron los años. La Casa Cultural Trude Sojka se hizo cada vez más conocida pero, al no ser muy grande, con frecuencia rebosaba de gente y, con tantas actividades juntas, alguna vez fue herida: una puerta rota, una escultura derribada, un piso sucio… Al mismo tiempo, algunas acciones la llenaron de satisfacción, como sus famosos Talleres de Educación para la Paz, en los que, a través de la obra de Trude Sojka, los jóvenes de diferentes colegios aprendían qué significa la Paz, más allá de los clichés. Uno de sus últimos sueños, el más importante quizás, fue el proyecto “Trude Sojka vuelve a su nido”. La idea era que una parte de la colección de obras de Trude Sojka, con toda su intensa historia de migración, fuera expuesta durante una temporada en República Checa, país de origen de la artista. El objetivo se cumplió precisamente cuando la Casa Cultural Trude Sojka cumplía 10 años de vida. La exposición, intitulada Un constante renacer, se mostró luego en Ecuador, y fue un hecho premonitorio de lo que sucedería un año después… 

Un día, llegó la noticia de que un virus acechaba al mundo, y Ecuador no estaba excluido de la amenaza. Cuando se anunció oficialmente la Pandemia, la Casa Cultural Trude Sojka se incendió; simbólicamente. Durante meses, el lugar permaneció vacío y poco a poco fue muriendo. Sus dueñas, en un principio, hicieron todo lo que pudieron para mantenerla viva. Sin embargo, pronto comprendieron que el fuego era purificador y que, en realidad, la Casa estaba sacrificándose para crear algo nuevo. Recordaron la alegoría de la Caverna de Platón, donde los prisioneros que vivían en su interior veían al mundo solo a través de sombras, hasta que, con la luz exterior, descubrieron la llama del conocimiento, la realidad, y tomaron cada vez mayor consciencia de cómo funcionaba el mundo. Y así ocurrió; la Casa tomó más consciencia de lo que era y debía hacer: transmitir Luz a sus visitantes. Así, tras un largo proceso de transformación, volvió a nacer, convirtiéndose en Casa Museo Trude Sojka. Su misión sería la de un centro de reflexión sobre los miedos, los prejuicios y tantos conflictos sociales, a través del arte de Trude Sojka y su experiencia de vida, para contribuir con su grano de arena en esa enorme construcción de la Paz.

Evocando la historia de Trude Sojka, sobreviviente de la Shoah (Holocausto) quien, con su arte, pudo sobreponerse a su sufrimiento, renacer de las cenizas del horror nazi en su nuevo país, Ecuador, la Casa Museo desplegó sus alas de Sojka (Sojka en checo significa un ave), y emprendió su vuelo lleno de ilusión.

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